Betilde del Carmen Mora Gonzalez, para todos Betty, nació en Puerto La Cruz un maravilloso 24 de Mayo de 1953. Producto del amor de dos seres de luz oriundos de Manzanilllo, Celia Maria y Jesus Rafael, a quienes Dios decidió juntar para multiplicar ese amor y convertirlo en una de las personas mas bellas que haya conocido alguno en este plano existencial. Betty llego a este mundo como semilla inicial de la familia Mora Gonzalez, y como hermana mayor ejemplar fue, y seguirá siendo, la fibra que une a todos quienes hoy te extrañan con pasión y dolor, la fibra del amor de los Mora Gonzalez.
Con una ética intachable, disciplina y trabajo duro, te forjaste como la gran mujer que surgió y formó una exitosa carrera, y un negocio que sostuvo a muchas de las personas que crecieron bajo el inmenso manto del amor de Betilde, esa, tu familia aledaña. Sin lugar a duda, copiaste las mejores cualidades de nuestra adorada Celia y respetado Jesus, convirtiéndote en el ejemplo vivo del amor incondicional, fortaleza de mente, cuerpo y espíritu, y el arte fino de saber qué es lo que realmente está pasando y como resolverlo de la forma más pragmática y eficiente, ese fino arte del cual pocos lideres de mundo logran alcanzar con la destreza que tu lo hiciste.
No hay quien haya compartido un segundo de su vida con Betty, quien no haya sido contagiado con esa alegría de vivir y esa facilidad de ver el vaso medio lleno. Desde tus vecinos de cuadra en Chuparin, tus compañeros de universidad en Caracas, tu familia de la Farmacia Minicentro, tus compañeros de los juegos farmacéuticos, los competidores del “mejor nacimiento”, los amigos de tu Hija y sobrinos, hasta tus hermanos, primos y aledaños, no hay quien no pueda decir que no fueron más felices desde que conocieron a Betty.
Es que con una sola de esas palabras impecables que salieron de tu boca, alegrabas toda una reunión, esas ocurrencias inesperadas que alegraban un momento sombrío. Bastaba un movimiento de tu olla, una pizca de
tu sal, o un salpicar de tu sazon, para curar el mal de amor mas profundo, la tristeza mas aguda, o enaltecer aún más cualquier alegre compartir.
Tu belleza externa, apenas se podia medir con la belleza de tu corazón, el cual nos dio más de un susto por cierto, pero no dejo nunca, ni dejara, de desbordarnos de amor y alegrías.
La vida no es fácil, nos pone retos, nos cambia, nos prueba, nos recuerda que los planes, por muy robustos que sean, pueden cambiar de la noche a la mañana, y la vida de Betty no escapó de esta realidad. De lo que sí escapó Betty, fue de resignarse o de rendirse cuando la vida se le puso cuesta arriba, una ágil fugitiva de las tristezas, la Tía Betty es para mi el ejemplo más evidente de tener fe en que siempre hay una salida a todos los problemas, y de que con buena cara, una sonrisa, disciplina y buena intención, se puede superar cualquier obstáculo que se nos presente.
No creo que alguien recuerde a Betty preocupada o triste. Su habilidad de ver la luz al final del túnel, y de montarse en el caballo y seguir luchando, son solo comparables con la de aquellos próceres de batalla de quienes tanto leímos en las clases de historia. Mi Tía nunca se rindió, siempre mostró un lado amable y feliz a todo al que lo necesitaba, a pesar de las batallas internas que tuvo que luchar durante su vida. Fue el ejemplo perfecto de “no preocuparse sino ocuparse”, de tomar decisiones concisas en momentos de incertidumbre, de “los que se van se van y los que se quedan se quedan”, de “eso se resuelve fácil”, de “tranquila que eso pasa rápido”, de “el amor de familia lo puede todo”, de “perdonar y pasar la pagina”, de “rapidito hacemos unas 300 hallacas vale”, de “te vas a molestar por eso?”, de “lo que necesites Adriana, aquí estoy para ti Hija”, de”vamos a jugar un chinchón pues”, de”por que se enrollan tanto, vamos a echarle pichon es lo ques!”, de “siéntate que te hago un cafecito y un pastichito rápido”, de”pa’ lante es pa’ alla”. Esa es la Betty que tu
vimos la suerte, orgullo y placer de conocer, y si estuviera aquí con nosotros, de seguro nos dijera algo como “a todos nos llega la muerte algún día, así que dejen de llorar y sigan disfrutando de la vida”.
Como te vamos a extrañar Tía. Tantas fueron tus ganas de vivir, que a pesar de que la enfermedad se encarga de recordarnos de que nos quedaba poco tiempo juntos, admito que a todos nos tomó por sorpresa el 12 de Diciembre, cuando Dios y la Virgencita de Guadalupe te llamaron a su Reino. Sorprendidos, pero a la vez, agradecidos contigo por haber luchado tanto, por haberle puesto tanto amor a la vida que posiblemente nos diste un par de anos extra de los que nos tocaban compartir contigo. Agradecidos eternamente por el ejemplo que sembraste en la familia, por el amor que multiplicaste, agradecido por las recetas (a lo Betty), por los chistes, por los momentos, por los abrazos, por las palabras de sabiduría en esos momentos claves, por tu asertividad, por tu sonrisa, por tu Hija Adriana que para todos es, sin lugar a dudas, un ser de luz que seguirá iluminando a la Familia Mora Gonzalez, con muchas de tus cualidades, y con las tantas otras que trajo consigo….
Si bien este es un momento de tristeza por la pérdida física de Betty, me atrevo a proponernos a todos, que mantengamos viva la energía de Betty tomando sus lecciones, viviendo su legado, riendo en familia, viendo el vaso medio lleno, celebrando los pequeños logros, moviéndonos hacia adelante frente a las dificultades, ayudando al necesitado, sirviendo con amor, trabajando duro con disciplina y orden, y sobre todo, amando incondicionalmente. Propongo recordar con alegría a todos los momentos “Betty”, y sentir el orgullo y la fortuna de haber vivido en presencia de una heroina del amor y de la vida.